6 ene 2011

Ganó la coherencia, perdió todo lo demás


Ariel Ortega dejará de ser jugador de River. El faltazo que pegó en el primer día de la pretemporada fue la gota que rebalsó el vaso. A partir de ahí se abre el interrogante: ¿es correcta la decisión de prescindir del burrito?

Fuera de contexto, uno inmediatamente piensa que “es lo correcto” y hasta “lógico”. Cuando un jugador comete imprudencias, y no cumple con las condiciones mínimas de responsabilidad y profesionalismo, debe ser sancionado. Además, si esto se repite constantemente, la sentencia no puede variar mucho con relación a la que finalmente tomó J. J. López.
Pero cuando nos trasladamos a este caso puntual, es inevitable no tomarse unos segundos (y hasta minutos también) para pensar si es (o no) lo indicado. No caben dudas de que es lo correcto, pero cuando se habla de Ortega, para los hinchas de River parecería que algunos conceptos varían en su significado y se adaptan a la situación de una manera más flexible para el culpable.
Después de tanto pensar, uno llega a la conclusión de que habían dos alternativas: la “correcta” o la “otra”: la de condenarlo correctamente como a cualquier otro mortal o la de utilizar el recurso de ídolo inimputable; se podría haber optado por la decisión correcta o por la emocional; por el fallo correcto o por el conveniente; por la sentencia correcta o por la sentencia de siempre… la del “¡siga! ¡siga!”.

No es la primera vez que Ortega se va, tampoco sabemos si será la última. Esperemos que, pase lo que pase, sea lo mejor para él.

Por eso es que el único que triunfó con esta decisión fue la coherencia. Todo los demás, perdió por goleada…

Alejandro.
CA River Plate 1901.